Tenia consulta con el ginecólogo marcada para esa semana,
pero quedaron en llamarme para confirmarme el día
y la hora de la consulta. Temprano recibo la llamada de la telefonista
del consultorio informándome que mi consulta era para ese mismo
día a las 9:30 de la mañana.
Acababa de terminar el desayuno junto a mi marido y mis hijos y
estaba lista para comenzar con la tarea del día y eran
precisamente las 8:45 a.m.. Entre en pánico,
no tenia ni un minuto que perder.
Estoy segura que soy igual que todas las mujeres, tenemos mucho cuidado
y una particular atención en nuestra higiene íntima,
principalmente cuando vamos al ginecólogo, pero esta vez ni
siquiera me daba el tiempo para darme una ducha.
Subí las escaleras corriendo, me quité el pijama, agarré una
toallita lavada y doblada que estaba encima del borde de la
bañera, la desdoblé, la mojé pasándola después con todo cuidado
por mis partes para tener la seguridad de que quedaría lo mas limpia
posible.
Tiré la toallita en el canasto de ropa sucia, me vestí y volé para
el consultorio. Estaba en la sala de espera y hacía pocos minutos
cuando me llamaron para hacerme el éxamen.
Como ya sé el procedimiento, me senté sin ayuda en el borde de la
camilla e intenté como siempre hago, imaginarme muy lejos de allí,
en un lugar algo así como el Caribe, o cualquier otro lugar lindo,
pero por lo menos a 10.000 Kms de aquella camilla.
Me quedé muy sorprendida cuando el médico me dijo: ¡"Oh la la, hoy
hizo un esfuerzo extra para quedar más bonita!" No recibí muy
bien el cumplido, pero no respondí. Me fui a casa tranquila y el
resto del día se desenvolvió normalmente: limpié la casa, cociné,
tuve tiempo de leer una revista, etc.
Después de la escuela, ya terminados los deberes, mi hija de 6
años estaba lista para ir a jugar cuando me gritó desde el baño:
"Mamá! ¿Dónde está mi toallita?" Le grité que sacara una limpia
del armario. Cuando me respondió, juro que lo que me pasó por la
cabeza, fue desaparecer de la faz de la Tierra.
El comentario del médico de por si, martillaba en mi cabeza sin
descanso y mi hija me dice:
"No mamá, yo no quiero una toallita del armario; quiero aquella que
estaba doblada en el borde de la bañera. Fue en esa en la que
deje todas mis brillantinas y las estrellitas doradas y plateadas para jugar"
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